Me he despertado. ¿Y ahora qué?

Todo el mundo habla del momento del despertar como si fuera la culminación de algo: la gran revelación, la expansión de la conciencia, ese destello de comprensión que te hace decir «ahora lo entiendo todo».

CRECIMIENTO ESPIRITUAL

Cristina Sampieri Resonance Foundation

11/11/20254 min leer

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Me he despertado. ¿Y ahora qué?

La ilusión del momento perfecto

Todo el mundo habla del momento del despertar como si fuera la culminación de algo: la gran revelación, la expansión de la conciencia, ese destello de comprensión que te hace decir «ya está, ahora lo entiendo todo». Y, en cierto modo, es cierto: algo se rompe, se abre, se amplía. Es un cambio interior que no puedes ignorar, porque te cambia los cimientos. Te muestra la vida sin velos, sin filtros, y por un momento todo tiene sentido.

El día después

Pero lo que nadie te cuenta es lo que pasa después. Al día siguiente. Cuando te despiertas con el cuello rígido, una factura que pagar, dos mensajes sin responder y esas ganas habituales de café que te devuelven directamente a lo de siempre. Nadie te dice que el despertar no te exime de sentirte frágil, o cansada, o molesta, o humana, demasiado humana. Porque sí, has despertado... pero sigues viviendo aquí.

El despertar no es el punto de llegada

Y ahí es donde comprendes una verdad que casi nadie te había revelado: el despertar no es la meta, no es el final feliz de un viaje espiritual. Es el punto de partida. Es como si, después de haber recorrido durante años un camino en la oscuridad, de repente se encendieran todas las luces. Ves el camino con inmensa claridad, sientes dentro una calma que nunca habías experimentado y te dices: «Lo he conseguido».

Pero entonces vuelve la vida, con sus exigencias, sus sacudidas, sus imprevistos, y muchas veces te encuentras reaccionando exactamente como antes. Te preguntas: «¿Pero no estaba iluminada? ¿Por qué sigo enfadándome? ¿Por qué sigo sintiéndome perdida?».

El músculo del despertar

Y es entonces cuando comprendes: el despertar no es un interruptor que permanece encendido para siempre. Es más parecido a un músculo que puedes entrenar, fortalecer, contactar. No te exime de sentir emociones incómodas, pero te ofrece la posibilidad, si decides utilizarla, de que ya no te aniquilen. Te muestra un lugar dentro de ti que no cambia cuando todo cambia. Pero llegar a él, a veces, requiere esfuerzo, confianza, paciencia y honestidad.

La magia en lo ordinario

La verdad es que el despertar espiritual es extraordinariamente ordinario. No se compone de éxtasis continuo o visiones místicas. Se compone de momentos sencillos, como cuando te preparas el café por la mañana y sientes el calor de la taza entre tus manos, y te das cuenta de que estás ahí. Realmente allí. Sin huir al pasado ni al futuro. Solo tú, la respiración, la vida que late en el presente. Al principio puede parecerte casi decepcionante. ¿Dónde está la magia? Y entonces lo entiendes de verdad: la magia es precisamente esa presencia plena en lo ordinario. Allí donde la vida deja de ser una carrera y se convierte en una experiencia, momento a momento.

Días perfectos y días imperfectos

Claro, hay días en los que todo fluye sin esfuerzo: estás conectada, abierta, atravesada por una quietud que ni siquiera tienes que buscar. Y otros días en los que te despiertas ya tensa, ya llena de pensamientos, ya descentrada. Es normal. No significa que el despertar se haya ido. Significa que sigues siendo humana y que cada día es una oportunidad para volver, para recordar, para entrenar esa parte viva en ti que nunca ha cambiado realmente.

La verdadera prueba del despertar

El verdadero despertar no se ve en los días perfectos, sino en los imperfectos. Cuando estás cansada, después de uno o varios días frustrantes, cuando te hieren o lo intentan. Cuando algo te toca la fibra sensible y sientes que todo tu sistema se contrae. Ahí es donde realmente puedes ver si estás cultivando una conciencia viva, encarnada. No se trata de no sentir ira o dolor, sino de aprender a sentirlos y vivirlos sin perderte.

La paradoja cotidiana

Y así llegas a reconocer una paradoja que te acompaña cada día: he despertado... y sigo volviendo a dormirme. He encontrado un centro... y lo pierdo continuamente. He visto quién soy realmente... y cada día la vida me invita a olvidarlo para poder recordarlo de nuevo.

¿Y sabes qué? Está bien así. Porque el despertar no es un trofeo que exhibir ni una meta inmutable. Es un retorno. Es movimiento, y es la conciencia de que no importa cuántas veces caigas, tienes un lugar dentro de ti al que puedes volver. Siempre.

La verdad del despertar

Esto, para mí, es el despertar. Una llamada que continúa, incluso cuando decides no escucharla.

¿Y tú? ¿Alguna vez has sentido esa llamada? ¿Alguna vez te has preguntado si la vida que estás viviendo es la que has elegido... o solo la que has aprendido a soportar?

Presidenta y cofundadora de la Fundación Resonance

Promueve la visión y el desarrollo de programas dedicados a la evolución consciente y sostenible del ser humano, la sociedad y el planeta.